lunes, 14 de septiembre de 2009

LAS LATITUTES DE LOS CABALLOS



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HORSE LATITUDES, James Douglas Morrison Clark

When the still sea conspires an armor
And her sullen and aborted
Currents breed tiny monsters...
True sailing is dead.

Awkward instant,
And the first animal is jettisoned;
Legs furiously pumping
Their stiff green gallop
And heads bob up.
Poise,
Delicate,
Pause,
Consent,
In mute nostril agony
Carefully refined
And sealed over...

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LATITUDES HÍPICAS
(Traducción libre)

Cuando el calmado mar conspira una armadura
Y su decaída y abortada
Corriente cría diminutos monstruos...
La verdadera tripulación está muerta.

Complicado instante,
Y el primer animal es arrojado al mar;
Piernas furiosamente bombeando
Su rígido verde galope
Y cabeza cortada.
Equilibrio,
Delicado,
Pausa,
Consentimiento,
En muda fosa nasal agonizante
Cuidadosamente refinada
Y sellada...

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En el océano Atlántico, entre unos 30 grados norte y sur del Ecuador, existe una zona que los marinos de todo el mundo conocen desde hace siglos como la “Latitud de los Caballos”. El origen del nombre se remonta a los tiempos de los primeros viajes al Nuevo Mundo, cuando los barcos que cruzaban el Atlántico se topaban con una zona donde el viento dejaba de soplar súbitamente. De pronto, las tripulaciones se adentraban en una balsa en la que permanecían varadas durante días, azotadas por un calor y una sequedad insoportables. Cuando la situación empezaba a ser desesperada, los marinos se veían obligados a aligerar el peso del barco para aprovechar el más ligero viento y escapar de aquella zona muerta. Entonces arrojaban por la borda todos lo enseres prescindibles, ya fueran muebles, mercancías o los propios cañones.

A menudo, después de días y días perdidos en la nada, la situación llegaba a ser tan terrorífica que cuando sentían el más leve viento, se deshacían de los caballos, por ser menos indispensables, para aligerar al máximo los bergantines.

La tripulación arrojaba a los aterrorizados caballos por la borda, y éstos nadaban durante millas detrás de los barcos, antes de comprender – como cuenta Rodrigo Fresán – que todo había terminado y de dejarse arrastrar “por el imán de las profundidades”.

Otra versión de la misma historia, asegura que los marinos se tenían que deshacer de los caballos para conservar las reservas de agua y comida. A veces, cuando la comida escaseaba, se dice que optaban por comérselos.

En cualquier caso, la mayoría de aquellos marinos no dejaban de escuchar los angustiosos relinchos de los caballos durante el resto del viaje y acaso de sus sueños.

Fuente: http://fogonazos.blogspot.com/2006/08/la-latitud-de-los-caballos_31.html

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